28 de abril
Sábado III de Pascua
Jn 6, 60-69 Tú tienes palabras de vida eterna
Tú, Señor, a quien me dirijo cada día, tú que estableces una relación personal conmigo, una relación real, afectiva y efectiva, una relación que se sirve de tu Palabra para hacerme conocer que me llamas a vivir de tu luz perpetua, que me das esa luz y la pones en mi interior, la luz de tu palabra que es lámpara para mis pasos y luz en mi sendero. Por tu nombre, con tu palabra, dirígeme y guíame, Señor. Ayúdame a acoger lo que me dices como hizo María.
«Señor ¿a quién vamos a acudir?». Del Evangelio de hoy de Juan me quedo con las palabras de Pedro.
No tengo a quien acudir si no es a ti, Señor, cuando trabajo, cuando lucho, cuando estoy triste o cuando estoy feliz, cuando las cosas no salen como yo quiero, y cuando salen. Acudiendo a ti estaré acompañada, protegida y segura. Siguiendote a ti, Señor, se harán mías tus palabras de vida eterna.