Consolad

10 de diciembre
II domingo de adviento

Is 40, 1-5 Consolad, consolad a mi pueblo, –dice vuestro Dios–; hablad al corazón

Consolemos con el mismo consuelo con que tú nos consuelas. Consolemos a los más pobres y necesitados, a los marginados, haciendo que su carne sea nuestra carne, que su dolor sea nuestro dolor, que su grito sea nuestro grito….pongamos compasión y misericordia en sus heridas, y no nos cerremos a nuestra propia carne.

Sanación

9 de diciembre
Sábado I de adviento

Is 30, 19-21.23-26 Vendará la herida de su pueblo y curará las llagas de sus golpes

Tú, Señor, sanas y vendas nuestras heridas. Sigue enviando personas que sanen en tu nombre, que se acerquen a todos los que padecen los horrores de la guerra, del hambre, de la injusticia, de la marginación, de la violencia….derrama sobre nosotros el bálsamo de tu amor.

Inmaculada

8 de diciembre
Inmaculada concepción

Ef 1, 3-6.11-12 Él nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo

Así elegiste a María, antes de la creación del mundo, para ser Madre de tu Hijo, santa e irreprochable en el amor. Así nos miramos en María, la elegida, la predestinada, la llamada, la Inmaculada. En esta fiesta, Señor, cantamos tus alabanzas y proclamamos con las mismas palabras de María tú grandeza, porque has mirado la humildad de tu sierva.

Roca

7 de diciembre
Is 26, 1-6 Confiad siempre en el Señor, porque el Señor es la Roca perpetua

Porque tú eres la roca de mi salvación, que viene y se ofrece cada día, mi vida está llena de confianza. Ayúdame, Señor, a edificar mi casa sobre ti, para que no haya vientos, ni lluvias, ni turbulencias que puedan acabar con ella…Que siga confiando en las maravillas de tu amor.

Señor de la vida

6 de diciembre

Miércoles I de adviento

Is 25, 6-10  Aniquilará la muerte para siempre

Aniquilas la muerte para siempre porque vienes cada día para darnos la vida abundante, porque eres el Señor de la Vida, porque quien se acerca a ti no tendrá jamás hambre, porque eres fuente inagotable que sacia nuestra sed…haznos instrumentos de tu vida en medio de nuestro mundo herido, que yace en tinieblas y sombras de muerte.

Tu espíritu

5 de diciembre
Martes I de adviento

Is 11, 1-10 Sobre él se posará el espíritu del Señor

Y con tu espíritu revoloteando por mi ser, posado en mi corazón, te contemplo, veo tu fuerza y tu gloria, y se que tu gracia vale más que la vida, toda mi vida te bendeciré y alzaré las manos invocándote, me saciarás de majares exquisitos. Porque viviré en la tierra de tu armonía, de tu justicia y de tu paz.

adviento

3 de diciembre
I domingo de adviento

Is 63, 16-17.19; 64, 2-7 Ojalá rasgases el cielo y bajases


Es la petición que te hacemos al inicio de este tiempo de adviento. Sabemos que rasgaste el cielo, y bajaste, y pusiste tu morada entre nosotros, e hiciste presente el reino. Sabemos que estás con nosotros. Sabemos que derretiste los montes con tu sola presencia. Se que sigues derritiendo mi corazón con la certeza de tu amor. Oh Dios, tú eres mi Dios, mi alma está sedienta de ti, como tierra reseca, agostada, sin agua.

Mente embotada

2 de diciembre
Sábado XXXIV

Lc 21, 34-36 Tened cuidado: no se os embote la mente

No se me embote la mente, no me turbe por las visiones de mis propias fantasías. Aunque ya es navidad en los comercios, y las luces están encendidas desde hace una semana, para ocultar la mayor oscuridad, y las tinieblas tan aterradoras de nuestra propia cultura, de nuestra vida, hoy, todavía, no hemos comenzado ni tan siquiera el adviento. Que no se ofusque nuestro corazón, alejados de ti.

Río de fuego

1 de diciembre
Viernes XXXIV

Dn 7, 2-14 Un río impetuoso de fuego brotaba delante de él

La llama de amor vivo de tu palabra. El fuego que consume y no da pena. Tu incandescencia en nuestra vida. La realidad palpable de tu fuego que enardece, en lo cotidiano y sencillo, en lo desapercibido, en lo que no cuenta. El misterio insondable de tu presencia oculta. Que me envuelve en tu fuego abrasador. Y me hace perecer.