30 de junio
Martes XIII
Mt 8, 23-27 ¡Señor, sálvanos que nos hundimos!
El verano es tiempo propicio para que las oleadas de inmigrantes subsaharianos traten de cruzar el estrecho, en pateras, para acercarse hasta las orilla de nuestra opulencia. Recuerdo las palabras del papa en Lampedusa, hace ya dos años, que convierto hoy en oración, ante Ti, padre de los pobres:
«Muchos de nosotros, también yo me incluyo, estamos desorientados, ya no estamos atentos al mundo en que vivimos, no cuidamos, no custodiamos lo que Dios ha creado para todos y ya no somos capaces ni siquiera de custodiarnos unos a otros.
“¿Dónde está tu hermano?”, la voz de su sangre grita hasta mí, dice Dios. Esta no es una pregunta dirigida a los demás, es una pregunta dirigida a mí, a ti, a cada uno de nosotros. Esos hermanos y hermanas nuestros trataban de salir de situaciones difíciles para encontrar un poco de serenidad y de paz; buscaban un lugar mejor para ellos y para sus familias, pero han encontrado la muerte.
¡Cuántas veces aquellos que buscan esto no encuentran comprensión, acogida, solidaridad! ¡Y sus voces suben hasta Dios!»