Esclavo

28 de febrero
Miércoles II de cuaresma

Mt 20, 17-28 El que quiera ser el primero que sea vuestro esclavo

Bien difícil lo pones, Señor, en medio de una sociedad llena de reclamos de apariencias, prestigios, poderes, dominios, liderazgos…donde mi ego campa a sus respetos, reclamando siempre más. No es el camino, y lo sé. Pobreza, sencillez, humildad, silencio, entrega, desapercibido, desaparecido…ser esclavo, en la cruz, como tú.

Blanco

27 de febrero
Martes II de cuaresma

Is 1, 10.16-20 Quedarán blancos como la nieve

Transfiguras mi vida, y mis pecados quedan blancos como la nieve, enmudecida y libre, aunque me pesen como el hierro oxidado y escarlata. Todo lo renuevas, todo lo transformas, todo lo conviertes por la bondad de tu nombre, Señor de mi amanecer eerno.

Remecido

26 de febrero
Lunes II de cuaresma

Lc 6, 36-38 Os verterán una medida generosa, colmada, remedida, rebosante

Tu abundancia llena mi corazón y vuelve loca mi boca, que canta y proclama tus alabanzas. No es posible tanta bendición en mi fragilidad, vasija de barro aún sin cocer, y sin embargo es cierta.

Transfigurado

25 de febrero
II domingo de cuaresma

Mc 9, 2-10 Subió aparte con ellos solos a un monte alto

Contigo, en soledad, en altura, intimidad deleitosa, horizonte abierto, la frescura de la voz del Padre, tu ser blanco y transparente, todo de luz gloriosa, contemplarte y quedar radiante, mi corazón y mi carne retozan por ti, Señor mío, Dios vivo, luz de luz, tú única luz disipa la oscuridad de mi vida, y quedo anonadado, bendecido, bello en ti, tras conocer en un abrir y cerrar de ojos tu belleza eterna.

Amad a los enemigos

24 de febrero
Sábado I de cuaresma

Mt 5, 43-48 Amad a vuestros enemigos

Bien difícil lo que me pides. Amar a mis enemigos. No sé si los tengo, en cualquier caso me llamas a amarlos. Y a los que me caen pesados y gordos, y a los que no soporto, y a lso que incomodan mi vida, y a los que considero necios, y…y…y… convierte mi corazón desde tu misericordia, dame unos criterios de actuación según tu evangelio

Pasiones

23 de febrero
Viernes I de cuaresma

Mt 5, 20-26 Todo el que se deje llevar por la cólera contra su hermano será procesado

Purifica mis deseos, silencia mi corazón, enciende en tu amor mi amor. Para que viva tu evangelio enciende en mi la llama de tu amor.

Buen pastor

22 de febrero
Jueves I de cuaresma

Salmo 22 Tu vara y tu cayado me sosiegan

En verdes praderas me haces recostar, me conduces hacia fuentes tranquilas, las fuentes de tu amor, tu pecho abundante en trigo y en vino. Apapachado en ti nada temo, porque tú vas conmigo. Tu bondad y tu misericordia, qué cierto es, Señor, me acompañan todos los días de mi vida. Y deseo habitar en tu casa por años sin término, de hoy para toda la eternidad.

Reina de Saba

21 de febrero
Miércoles I de cuaresma

Lc 11m 29-32 La reina del sur vino desde los confines de la tierra para escuchar

La reina del sur, con toda su belleza, no es más bella que tú cruz. Ni en toda su riqueza es más rica que tu pobreza. Ni con toda su sabiduría es más transformadora que la locura de tu encarnación. La reina de Saba, con sus joyas y sus oros, sus sedas y sus anhelos, no sabía nada de ti. Yo sí. De ahí mi delito y tu perdón.

Caudal

20 de febrero
Martes I de cuaresma

Is 55, 10-11 Como bajan

Como bajan la lluvia y la nueve desde el cielo, y no vuelven allá sino después de empapara la gierra y fecundarla y hacerla germinar, para que dé semilla al sembrador y pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca. no volverá a mi vacía, sino que cumplirá mi deseo y llevará a cabo mi encargo.
Hágase en mi según tu palabra, Señor.

Juicio

19 de febrero
Lunes I de cuaresma

Mt 25, 31-46 Venid vosotros, benditos de mi padre, porque….

Sed misericordiosos como tú eres misericordioso. Transformar mi vida con el criterio de la donación al prójimo, al más necesitado, con el criterio de tu amor, de tu cruz. Crucificar mi ego. Entregarme a ti. El criterio de tu evangelio, dar de comer al hambriento, de beber al sediento, dar posada al refugiado, vestir al desnudo, visitar a la prisionera, y no cerrarme a mi propia carne. Que sangra por la herida.