30 de noviembre
I domingo de adviento
Is 63, 16b-17; 64, 2b-7 Bajaste y los montes se derritieron
Bajaste, señor, y los montes se derritieron, las aguas se transformaron en rocas de pedernal que nutrían con tu fuego las entrañas de la tierra. El ser, mi ser, a quien tu vienes a redimir, a visitar, a abrazar en tu danza de amor eterno, ¿cómo puede mantenerse en pié y no caer abrasado por la lava de tu presencia? Me derrite tu espera, el anhelo de tu venida. ¿Qué será cuando te muestres en plenitud verdadera?