30 de abril
Lunes IV de Pascua
Jn 10, 1-10 Yo soy la puerta y quien entra por mi se salvará
Quiero entrar por ti, Señor, entrar y quedarme, permanecer en ti, donde está todo el mundo entrañado. Entrar por la puerta de tu corazón, de tu costado abierto, donde nace la Iglesia para darse al mundo. Entrar por tu puerta para entrar en la dinámica de la salvación que nos regalas. Estar en ti para darme y que el caudal de tu salvación alcance a nuestra sociedad, y se haga presente en nuestro mundo.
Cruzar el umbral de esta puerta,nos compromete como cristianos a trabajar por llevar tu palabra que es vida a cada persona, en cada lugar, en todo momento y circunstancia. Es estar consciente que la presencia del Señor debe manifestarse en cada uno de nuestros actos y palabras, que debemos ser cónsonos con estas palabras que dicen nuestros labios, y dejar al fariseo de una vez por todas en el pasado…
Señor, nos amas tanto que siempre estás a la espera de que decidamos de una vez por todas cruzar la puerta que eres Tú mismo y entregarnos plena y confiadamente a tu Amor…ese Amor que es capaz de curar las mas profundas heridas y de transformarnos a tal grado que seamos uno contigo!
Hoy sigo siendo oveja de un rebaño cuidado por el Buen Pastor.
Tú nos abres la puerta del aprisco y nos llamas, nos tiendes tu mano para que nos agarremos a ella, luego nos das libertad para cruzarla.
Hoy quiero entrar por esa puerta que me abres. Puerta que me hace entrar en tu Palabra, en tu camino de amor, camino de entrega, de caridad, camino de salvación.
Hoy te quiero pedir que me ayudes a entrar por ella cada día, en cada situación, solo así me sentiré protegida.