23 de enero
Miércoles II
Salmo 109 Eres príncipe desde el día de tu nacimiento
Voy a leer con clama este salmo, como si el salmista lo hubiera escrito pensando en mí, porque tú, Señor, me piensas y me embriagas con el aleteo de tu presencia desconocida: “eres príncipe desde el día de tu nacimiento, entre esplendores sagrados; yo mismo te engendré como el rocío, antes de la aurora. El Señor lo ha jurado y no se arrepiente: “Tú eres sacerdote eterno”. Eterno en ti. Tú mi principio y mi fin.
Súbeme a ti
Llévame en tus hombros
Prendida de amor
Tú me creaste
Alimenta mi espíritu con el rocío de la aurora
Llena mi boca con el agua de la vida
Extiende tu mano sobre mi alma dolorida