7 de noviembre
Viernes XXXI
Fil 3, 17-4,1 Hay muchos que andan como enemigos de la cruz de Cristo
Es bueno que te pregunte, Señor, como los apóstoles: ¿seré yo? ¿Seré yo el que rechaza tu cruz cada día y busca lo más cómodo, lo más fácil, lo que no exige sacrificio, lo que no conlleva ninguna renuncia? ¿Soy yo el que solo, de vez en cuando, con demasiada frecuencia, sólo aspira a cosas terrenas? ¿Hago Dios a mi vientre, y mi gloria mis vergüenzas? Y Pablo me da la ocasión de ponerme, una vez más, delante de ti y pedirte perdón.
Señor, sólo tú conduces a la verdadera felicidad. ¡Cuántos han considerado pérdida todo lo demás, santos, mártires, hasta su vida, hasta dar la vida por ti! ¡Cuántos cristianos anóminos que viven con radicalidad su entrega a tí y a los hermanos!
Y yo, poniendo tantas veces mi felicidad en cosas pasajeras, materiales, inútiles…egoísta, persiguiendo mis propios intereses, huyendo de la renuncia…
Y Tú, Señor, perdonándome sin treguas, dándome la Vida y la Fe, conduciéndome a tu Esperanza…