11 de julio
San Benito,
Prv 2, 1-9 Hijo mío
Así me susurras a voz en grito, con tu Palabra alentadora:
Hijo mío, si aceptas mis palabras y conservas mis consejos, prestando oído a la sensatez y prestando atención a la prudencia; si me bendices en todo momento y mi alabanza está siempre en tu boca; si gustas y ves cada día que bueno soy, si comprendes que eres dichoso cuando acoges a mí, si guardas tu lengua del mal, buscas la paz, y corres tras ella, si dejas todo por mí 0 por el evangelio, recibirás cien veces más, y heredarás la vida eterna.
Llámame desde tu llama
susúrrame con tu palabra
guíame, condúceme,
hazme volar en tu Aurora
¡¡Quién no quiere tenerte como Padre!! Me hablas a mí , me sostienes, y te bendigo constantemente.
Sabiendo lo que me tienes destinado, busco siempre vivir con mi corazón puesto en la vida eterna.
¡¡Gracias Padre!!
Tu luz en la noche como una llamada de atención:
Aqui estoy, soy tuyo
Tu canto silencioso
Tu presencia que arrebata
Tu paz
Tu misericordia.
Aquí estoy, vine a encontrarme en ti
a que me llenes de tu paz.
El canto al aire me recuerda que me amas y me pone en tu presencia
Me arrodillo y muero
porque nada vale mi vida si tú no la colmas
Si no miro con tus ojos
si no escucho tu palabra
si no camino por tus sendas
Moldéame como el barro
fuerza mi naturaleza
y acalla mis sentidos
Destrúyeme en el amor
y hazme criatura nueva cada día
para que te encuentre en el susurro de la arena
en la mirada dolorosa
en la lentitud de tu tiempo
Porque solo tú recreas mis deseos y ensanchas mi corazón
Solo tú me miras esperándome y me llenas de sonido
Con paciencia infinita
con amor eterno
con firmeza suave
Porque solo tú eres Dios
Hijo mío… Oir tu voz en mi oído llamándome hijo, llamándome tu hijo, me hace ser una niña delante de su padre amoroso. En esta voz descanso, duermo, con esta voz respiro y camino con seguridad, sin miedo.
Padre mío, ahora es mi boca la que pronuncia tu nombre Padre. Soy yo la que acudo a ti, pequeña, desvalida, insignificante, adorando tu grandeza, tu amor, tu infinita misericordia que me arropa, me acompaña, me sujeta y me levanta.
Gracias por llamarme hija, gracias por dejarme llamarte Padre. Gracias Señor, aquí me tienes.