Vocación III

11 de julio
San Benito,

Prv 2, 1-9 Hijo mío

Así me susurras a voz en grito, con tu Palabra alentadora:
Hijo mío, si aceptas mis palabras y conservas mis consejos, prestando oído a la sensatez y prestando atención a la prudencia; si me bendices en todo momento y mi alabanza está siempre en tu boca; si gustas y ves cada día que bueno soy, si comprendes que eres dichoso cuando acoges a mí, si guardas tu lengua del mal, buscas la paz, y corres tras ella, si dejas todo por mí 0 por el evangelio, recibirás cien veces más, y heredarás la vida eterna.

07.11

4 opiniones en “Vocación III”

  1. Llámame desde tu llama
    susúrrame con tu palabra
    guíame, condúceme,
    hazme volar en tu Aurora

  2. ¡¡Quién no quiere tenerte como Padre!! Me hablas a mí , me sostienes, y te bendigo constantemente.
    Sabiendo lo que me tienes destinado, busco siempre vivir con mi corazón puesto en la vida eterna.
    ¡¡Gracias Padre!!

  3. Tu luz en la noche como una llamada de atención:
    Aqui estoy, soy tuyo

    Tu canto silencioso
    Tu presencia que arrebata
    Tu paz
    Tu misericordia.

    Aquí estoy, vine a encontrarme en ti
    a que me llenes de tu paz.

    El canto al aire me recuerda que me amas y me pone en tu presencia
    Me arrodillo y muero
    porque nada vale mi vida si tú no la colmas
    Si no miro con tus ojos
    si no escucho tu palabra
    si no camino por tus sendas

    Moldéame como el barro
    fuerza mi naturaleza
    y acalla mis sentidos

    Destrúyeme en el amor
    y hazme criatura nueva cada día
    para que te encuentre en el susurro de la arena
    en la mirada dolorosa
    en la lentitud de tu tiempo

    Porque solo tú recreas mis deseos y ensanchas mi corazón
    Solo tú me miras esperándome y me llenas de sonido

    Con paciencia infinita
    con amor eterno
    con firmeza suave

    Porque solo tú eres Dios

  4. Hijo mío… Oir tu voz en mi oído llamándome hijo, llamándome tu hijo, me hace ser una niña delante de su padre amoroso. En esta voz descanso, duermo, con esta voz respiro y camino con seguridad, sin miedo.
    Padre mío, ahora es mi boca la que pronuncia tu nombre Padre. Soy yo la que acudo a ti, pequeña, desvalida, insignificante, adorando tu grandeza, tu amor, tu infinita misericordia que me arropa, me acompaña, me sujeta y me levanta.
    Gracias por llamarme hija, gracias por dejarme llamarte Padre. Gracias Señor, aquí me tienes.

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