22 de septiembre
Miércoles XXV
Esdrás 9, 5-9 Porque somos esclavos, pero Dios no nos ha abandonado en nuestra esclavitud
Pones ante mis ojos una frase en la que nunca había reparado, y me tienes rumiando su verdad. Siervo tuyo soy, hijo de tu esclava, rompiste mis cadenas. Y no solo me liberas, sino que me brindas la experiencia de sentirte en medio de mis esclavitudes, que continúan, y en las que tú vas escribiendo la historia de tu gracia.