8 de febrero
Jueves V semana
Gn 2, 18-25 Los dos estaban desnudos, pero no sentían vergüenza uno del otro
Al principio el ser humano estaba en armonía: con Dios, con el resto de los seres y entre ellos. Su naturaleza era buena y completa. Por ello su desnudes, su propia realidad, era buena y no entraba en su lenguaje, ni en sus sentimientos, la vergüenza.
Esa armonía, esa bondad natural, se rompió por efecto del pecado. Pero mantenemos ese sello de la creación que hemos recibido de manos de Dios. Nuestra desnudez, la verdad de nuestro ser, no debe avergonzarnos: somos de Dios y somos buenos.