4 de febrero
Lunes IV
Mc 5, 1-20 Todos se admiraban
Así termina el evangelio de hoy, tras el milagro que realizas con el endemoniado de Jerasa. Todos se admiran de ti, Señor, todos nos admiramos de ti. De tu verdad, de tu bondad, de tu belleza. De tu palabra, de tu gesto. De tu vivir para el padre. Del poder de tu obrar. De la misericordia que sale de tu boca. Admirado porque mis ojos, vueltos hacia ti, quieren acercarse al misterio que me brindas, quieren embeberse en tu mirada y unirse a ti. Volteen hoy las campanas de mi corazón por el prodigio de tu amor, que me admira.
Canto de dicha
Volteo mis campanas
Por Ti Señor
¿Cómo no admirarte Señor? Has sido el fiel reflejo del Padre Amoroso, Hermano generoso, has dado todo por mi. Te doy gracias y al mismo tiempo quiero imitar tus gesto de amabilidad, compasión y entrega total.
¡Que difícil es no admirarte, Señor!. Todos te admiraban, todos te admiran, yo te admiro. Y admirarte es seguirte, es imitarte. Admirable es tu palabra, admirable es tu evangelio. Señor yo te admiro.