9 de febrero
V domingo
I Cor 2, 1-5 Vine a anunciaros el misterio de Dios
Tu misterio, Señor, anunciado. Me respondió tu misterio, por boca amiga, anunciándome… Tú donde me apoyo. Tú eres mi descanso y mi fatiga. Tú mi palabra y mi silencio. Tú mi riqueza y mi pobreza. Tú eres mi camino y mi meta, la prosa y la poesia de mi vida. Tú eres la fuerza con la que amanecen mis mañanas y el descanso deseado al terminar el día. Tu mano es la que me empuja y tus pies los que me llevan. Tú eres mi sonrisa y mis lágrimas. Tú eres todo.
Me perdí en la oscuridad y encontré la luz
y desde la luz volví a la oscuridad.
Ayudáme a no desviar la mirada y dame un corazón sereno
Sí, tú eres todo…
Y hoy escucho tu voz, Señor, me dices que yo soy la sal de la tierra y la luz del mundo. No me dices que lo sea, me dices «QUE LO SOY», no me das opción a nada más. Me llamas por ni nombre y tu palabra me hace sentir grande, me hace crecer y salir de mi yo para salar e iluminar, para proclamar tu palabra, para contar tu amor y misericordia, para decir a todos que tú eres todo eso y más.
Hazme sal para no ser notada y luz para ser visible y hacerte visible a ti.
Gracias Nano.