9 de marzo
Sábado III de cuaresma
Lc 18, 9-14 ¡Oh Dios!
Silencioso, con sencillez y humildad, como el publicano en el templo, me dirijo a ti, Señor:
“¡Oh Dios!, ten misericordia de este pecador”.
Y esta frase, que me brinda tu propia palabra, en la experiencia orante de un hombre que postra su ser ante ti, Señor, se convierte en mi rosario de súplica ante Ti, en el día de hoy.
“¡Oh Dios!, ten misericordia de este pecador”.
Cada día me convenzo más, de la importancia del silencio interior.
De la necesidad de ser toda tuyo, la humildad de saberme indefensa.
Contar con la fuerza que siempre me otorgas. ¡Gracias Señor!
Te doy la espalda
Y tu te vuelves a mi
Me vuelves a ti