28 de marzo
Viernes Octava de Pascua
Jn 21, 1-14 Pero los discípulos no sabían que era el Señor
Estabas en la orilla, cuando amanecía. Siempre traes la luz, tu pascua es claridad, aleja las tinieblas y las sombras de muerte. Apareces, Señor, mientras estamos en el trabajo, mientras nos esforzamos, mientras experimentamos nuestras limitaciones, nuestra impotencia. Y tú estás ahí, aunque no sepamos que eres tú, aunque…Necesitamos, deseamos, que nos dirijas la palabra, que nos invites a echar las redes, para darnos cuenta. Necesitamos, y deseamos, que el amor, tu propio amor, nos abra los ojos para verte y reconocerte: Es el Señor.
«¡Alegrate!». «¿Por qué lloras?». «Paz a vosotros».
Todas las palabras que dice Jesús resucitado a los que le ven las quiero conservar en mi memoria.
Ver, descubrir, encontrar a Jesús resucitado es no llorar más, es alegrarse, es tener paz.
Son muchas las veces que viéndo al Señor cerca, nos pasa como a los discípulos y no le reconocemos, no sabemos que es el Señor. Por eso escuchar hoy y cada día sus palabras de paz y de alegría, serán para nosotros la luz que nos haga verle resucitado para siempre.