28 de enero
Lunes III
Hb 9, 15.24-28 Cristo es mediador
Entre lo humano y lo divino, entre el cielo y la tierra, entre la muerte y la vida, entre la noche y el día, entre lo que no alcanzo y lo que deseo alcanzar, tu misma vida, Cristo. Mediador de justicia y de paz, mediador de solidaridad entre los hombres y las mujeres, artífice de liberación. Me pongo ante ti, Señor, y te pido que me hagas más tuyo, que me hagas desaparecer.
Mi ser en tu ser
Infinita presencia
De amor del Padre
¡No tendré vida suficiente, para agradecer a Cristo su mediación!
¿Quién se da todo entero. y más aún intercede por mi perdón? Cristo Redentor.
Te agradezco de corazón tanto Amor.
Que mis manos sean una prolongación de las tuyas
y mis labios pronuncien palabras de paz
Que tu mirada se pose cada día en la mía
y mis pies recorran caminos deshabitados
Que tu espíritu corra libre entre los árboles
y fecunde los corazones solitarios
Fecunde mi corazón solitario
El silencio de tus labios,
La caricia de tu mirada
Me alcance.
Los pies que me conducen
Hasta donde tu habitas
Corran libres.
Cuando se logra coronar alguno de los picos de la montaña y detenemos la ascensión para recuperar el aliento y aspirar el aire helado, es inmediato extender la vista y contemplar la inmensidad de las cumbres y su prolongación en nuevas y más extensas alturas, que nunca podremos transitar.
La magnificencia de la Creación se muestra en toda su extensión y el alma queda suspensa, tratando de agradecerte, Señor, que nos permitas contemplarla.