15 de abril
Miércoles II de pascua
Jn 3, 16-21 La luz vino al mundo
Dios de Dios, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero, veánte mis ojos, dulce Jesús bueno, véante mis ojos y muera yo luego en la claridad despierta de tu luz recién resucitada, de esa luz que me permite ver lo que el ciego ve cuando derrites mis entrañas de tinieblas con el resplandor de tu verdad. Tu luz delante de mis ojos, para verte de verdad.
Todo el universo te ha visto pero solo unos pocos se atreven a mirarte
«…La luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz porque sus obras eran malas…»
Tú Señor nos iluminas con tu luz, y con tu muerte y resurrección nos redimes de nuestras obras malas y de la muerte eterna.
Permítenos Señor que con tu gracia caminemos por la senda de la fe, y formando un mosaico de voluntades transmitir alguna claridad, para, siguiendo tu huella, encontrarte en el camino.