18 de noviembre
Martes XXXIII
Lc 19, 1-10 La mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres.
Jesús pasa y Zaqueo, hombre rico y bajo de estatura, se encuentra mirado por él, y requerido para que le hospede en su casa. Esta atención, esta mirada ( con la que siempre me miras a mi también, Señor) hace que Zaqueo diga la frase que no hace falta comentar. La salvación ha llegado a esta casa, por eso comparto mi riqueza, Señor, es la verdad y el amor de tu mirada el que me mueve a obrar.
Hombre admirable Zaqueo. Bajo de estatura, es capaz de subirse a una higuera para ver pasar a Jesús. Se merecía que Jesús le mirara y le llamara, que quisiera entrar a su casa, y él le recibe, le escucha, seguramente le habla y termina por descubir en Jesús la salvación, el amor, el camino, el cambio de vida.
No sirve de nada la riqueza si no la compartes con los demás, no sirve de nada la riqueza del corazón si no la compartes con los demás. En el compartir está la verdadera felicidad.
Ese día Zaqueo compartió, ese día entró la salvación en su casa, ese día comenzó su felicidad.
Señor, ayúdame a compartir mi riqueza con los pobres, con los pobres de compañia, de sonrisa, de cariño, de amor, solo así seré feliz.