2 de febrero
Presentación de Jesús en el templo
Lc 2, 22-40 Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz
En este mes de enero han sido unas cuantas personas conocidas, algunas de ellas en la madurez o en la plenitud de la vida y de la misión, han muerto. Han entrado en la vida, acogidos por el Señor de la vida. Algunos muy conscientemente, han confiado en la promesa: Yo soy la resurrección y la vida, quien crea en mi, aunque haya muerto, vivirá. Y al ver a Jesús, tan cerca, le pidieron, “Ahora, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz”.
Dános, Señor, sabiduría para ayudar a morir y morir en esa paz.
Cuatro personas queridas se han ido durante estos dos últimos meses a la casa del Padre.
No me gusta hablar de muerte. Me gusta pensar que han ido a la casa del Padre.
Cada vez que rezamos el Padrenuestro, estamos diciendo Padre a Dios, y es en el momento de nuestra muerte cuando, por fin, podemos ir a la casa de nuestro Padre a disfrutar de Él para siempre.
Cuando nos separamos físicamente de alguien, solo el consuelo de pensar en la felicidad de disfrutar del Padre, me anima a sonreir pensando en la persona querida.