20 de julio
Miércoles XVI
Ex 16, 1-5.9-15 Ojalá hubiéramos muerto a manos del Señor en Egipto
Descendemos en el abismo de los reproches. Echarte en cara tu actuación. Preferir la muerte ( con una olla repleta de cebollas) a el vagar por la aridez del desierto, con tu diestra amparándonos, con tu presencia guiándonos. Pero no cejas en tu misericordia. A pesar de las murmuraciones harás llover pan del cielo, y las codornices vendrán para saciar nuestra sed de carne. Porque tú, Señor, nunca nos abandonas. Aunque a veces nos sintamos perdidos.
Cuántas veces nos olvidamos de ti, te ignoramos abiertamente, te reclamamos cual oficina administrativa y cuántas veces también imploramos tu presencia de todo corazón y te nos muestras caminando a nuestro lado: «cuando clamo al señor él me responde desde su monte santo“ (salm. 3,5)
Se me vino a la cabeza con ésta meditación de Nano, una aberración que dije hace años (ojalá no hubiese existido) sabes que te pedí perdón Señor, pero jamás debí ponerla en mi boca. ¡¡No me abandones nunca pese a mis debilidades!!