7 de noviembre
Jueves XXXI
Rm 14, 7-12 Ninguno de nosotros vive para sí mismo, ninguno muere para sí mismo
En la vida y en la muerte somos tuyos, Señor. Desde que sale el sol hasta el ocaso. Velando y durmiendo; en pie y acostados. Y si soy tuyo, ¿porqué no soy tuyo? Si de la nada me hsa creado, por qué temo volver a la nada para recibir de nuevo el aliento de vida, que es tu espíritu vivificante? Y mientras me pregunto y no hallo respuestas rezo las palabras del salmo. Eso buscaré, gozar de la dulzura del Señor, contemplando su templo. Espera en el Señor, se valiente, ten ánimo, espera en el Señor.
Señor, si vivo con la confianza puesta en Ti, mi vida no puede desear otra cosa que el encuentro.
Será lo más gozoso de mi vida, espero y deseo gozar de la Vida Eterna.
Solo tu voz calma mis ansias de silencio