2 de diciembre
Martes I de adviento
Is 11, 1-10 Brotará un renuevo
Brotas y todo estalla en la novedad de tu hermosura. Desconozco mi vida transformada por la claridad de tu presencia. No doy crédito a lo que veo sin ver, a lo que oigo sin oír, a lo que paladeo sin saborear, a lo que huelo sin respirar, a la dulzura de tu tacto que llena de escalofríos mi ser cuando percibe tu caricia celeste al despuntar la aurora, sin que perciba sino nada y vacío. Brotas, Señor, cuando la tierra, en calma, duerme el sueño de la espera inesperada.
La formación de una estrella, que necesita millones de años para forjarse, finalmente se consolida como un cuerpo celeste y llega a formar parte del cosmos. Porque Tú Señor, Divino Creador, esperas que cada partícula del universo, pero sobre todo, que cada criatura, desarrolle su esencia.
Dame un león para sentarme a su lado
una serpiente para acariciar sus curvas
y un oso para atravesar el campo
para que sienta tu aliento guardando el mío