4 de febrero
Lunes IV
2s 15, 13-14.30; 16, 5-13 Ya veis, un hijo mío, salido de mis entrañas, intenta matarme
¡Qué constatación desolada la de David! La propia carne se levanta contra uno, y busca su destrucción. La carne del hijo, del hermano, de mi propia familia; la carne de aquello que es fruto de mi amor, de mi esfuerzo, de mi trabajo, de mis proyectos, de mis sueños; en un momento dado lo que he dado a luz se vuelve tinieblas, me sume en la noche, y me deja desconcertado, sumido en el dolor. Y ahí recibo la llamada para ir, desde ahí, a un más allá de amor generoso.