16 de marzo
Viernes III de cuaresma
Mc12, 28b-34 ¿Qué mandamiento es el primero de todos?
¿Cómo puedo contestar esta pregunta con mi vida? ¿Cuál es el mandamiento al que concedo más importancia cuando tengo que elegir, cuando tengo de discernir alguna opción de vida, alguna actuación en mi familia, en mi trabajo, en mis opciones políticas…? ¿Qué mandamiento de Dios se hace presente en mi día a día y condiciona mi ser y mi obrar?
Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con todo tu ser, y al prójimo como a ti mismo. Ese es el mandamiento que da consistencia, y bienaventuranza, a mi vida.
Se hace difícil contestar a esta pregunta en mi vida.
Nos parece fácil amar a Dios y al prójimo como a nosotros mismos, pero es complicado.
Creemos que amando a Dios estamos amando al prójimo. No es así. Si no amamos al prójimo, no estamos amando a Dios, y hay muchas veces que no amamos al prójimo. No amamos cuando tenemos envidias, no amamos cuando no somos capaces de escuchar, no amamos cuando nos cuesta trabajo ayudar y nos encerramos en nuestro yo con excusas de falta de tiempo.
Entonces hay que ponerse a pensar, y todas esas cosas que no queremos para nosotros, no las debemos hacer con los demás. Si no amamos a los que tenemos cerca y nos sacudimos las envidias, no amaremos a Dios con todo nuestro corazón y con todo nuestro ser.