7 de septiembre
Miércoles XXIII
Salmo 44 Ya entra la princesa bellísima
Vestida con la dicha de ser bienaventurada, elegida, novia, desposada, traída junto al esposo con alegría y algazara nupcial, pobre, hambrienta, llorosa, odiada, alegre. saltando de gozo, pues recibe en el amante el reino de Dios, porque es saciada, porque ahora ríe de amor, porque su recompensa será grande en el lecho florido de escudos y esmeraldas coronada. Princesa bellísima, entregada a tu señor, dátil fresco en la noche oscura.
La Iglesia, Esposa y Madre, se engalana y alegra cuando uno de sus hijos es elevado a los altares. Y también sufre y llora con cada uno de ellos que es asaltado, escarnecido y muerto por predicar el Evangelio.
Como viñas feraces que muestran los racimos plenos de dulzura y mosto, así debería ser nuestro paso por la tierra: fecundo y grácil, generoso y entegado.