16 de junio
El inmaculado corazón de María
Lc 2, 41-51 Su madre conservaba todo esto en su corazón
Una vez más, Señor, contemplo el corazón de tu madre. El corazón que te recibió y te engendró desde el principio; el corazón que te acunó; el corazón que se maravilló ante la admiración de los pastores y de los magos, que habían venido desde la lejanía para adorar al que por medio de ti se había hecho cercano a los hombres. El corazón que te acunó, que te siguió en cada momento de tu vida y que padeció contigo en la cruz. El corazón de tu madre, María. Junto a él, para Ti, quiero poner mi corazón.
¡Cuántas cosas conservamos en nuestro corazón!. Cosas buenas y menos buenas que, tal y como la Virgen hacía, las guardamos y las meditamos para que se hagan fruto de vida.
El corazón de María conservaba todo lo que vivía al lado de Jesús. Hoy me encomiendo a Ella, para que sea Ella la que, desde su corazón, me vaya dando dando a conocer y enseñando las vivencias que su Hijo la dejó, y que, una vez conservado y meditado por Ella, será más dulce y fácil entenderlo por mí.
Es el momento de hacernos un corazón como el de María y guardar lo que Jesús nos dice a cada uno cada día. Con un corazón grande, seremos capaces de aceptar la voluntad de Dios, tal y como Ella lo hizo.