25 de octubre
Viernes XXIX
Rm 7, 18-25 ¿Quién me librará de este cuerpo preso de la muerte?
Sé muy bien que no es bueno eso que habita en mí, es decir, en mi carne; porque el querer lo bueno lo tengo a mano, pero el hacerlo no. Entonces, si hago precisamente lo que no quiero, señal de que no soy yo quien actúa, sino el pecado que habita en mí. Cuando quiero hacer lo bueno me encuentro inevitablemente con lo malo en mis manos.
La experiencia de Pablo es universal. Me reconozco. Me vuelvo a ti. Líbrame de mí mismo, Señor.
Es cierto que soy muy débil, que tropiezo con frecuencia, pero quiero superarme siempre, poniendo toda mi confianza en la gracia de Dios. Con él me supero día a día. ¡¡Gracias Señor por tu paciencia!!
«Señor, ¿cómo nos encontraremos
al declinar el día
si tu camino no es nuestro camino?
Deténte con nosotros;
la mesa está servida
el pan caliente y envejecido el vino.»
Tu razón escapa al interior mientras mi torpeza supera la altura del cielo