26 de octubre
Domingo XXX
Ex 22, 20-26 No oprimirás ni vejarás al forastero, porque fuiste forastero…
Ponerse en el lugar del otro, recordar el pasado de precariedad, el presente de debilidad, para dar a los demás la dignidad que también quiero para mi. Mirar al extranjero, al inmigrante, al diferente, con una mirada de compasión, pues me pongo en su situación y padezco con él. Y hacerlo, Señor, porque el mandamiento primero es amarte con todo el corazón, con toda el alma, con todo el ser. Y tu gloria es que el hombre viva.
Escuchando el Evangelio «Amarás a tu prójimo como a ti mismo», es fácil llevar a cabo las palabras del Éxodo.
Todos somos forasteros, todos estamos de paso en este mundo y todos caminamos hacia nuestra patria del cielo, por eso nuestra compasión al forastero, al inmigrante que vive cerca de nosotros, será la del hermano que, lejos de su tierra natal, busca el afecto, la compañia, el amor y la comprensión entre nosotros.
El Mandamiento primero es amarte a ti con todo el corazón con toda el alma y con todo el ser, y a través de ti y por ti a nuestro prójimo.