29 de septiembre
XXVI Domingo
Lc 16, 19-31 Un mendigo, Lázaro estaba echado en su portal, con ganas de saciarse de lo que tiraban de la mesa del rico
Cuando yo soy el rico, y el pobre Lázaro está tirado a mi puerta, cubierto de llagas, con ganas de acercarse a las sobras de mi sobreabundancia, ¿cómo puedo seguir llamándome cristiano? Cuándo no me acerco a Lázaro, como persona real, sino que hablo sobre de los pobres y predico de los pobres y rezo por los pobres, ¿cómo puedo creerme discípulo tuyo, que tomaste la condición de pobre? Perdóname, Señor, concédeme la gracia de la conversión.
En la indigencia
sáciame con tu pobreza.
De la ilusión de mis riquezas
despréndeme.
Mata la ignorancia
que me separa de ti
de tu carne crucificada
en el cuerpo del pobre.
Ciégame en el brillo de tu nada
deslúmbrame con tu oscuridad mendiga.
Déjame en la indigencia
sin deseo de ser saciado
desaparecido como migajas de pan
en mantel de lino.
Dios nos quiere activos, que nos demos más a nosotros mismos.
Todos tenemos algo que compartir, no quiere decir que sea solamente dinero.
Siento en mi corazón esa llamada de Dios a dar, de lo que de Él he recibido; Escucha, amor, atención a los demás. Deseo ir reparando mis carencias, con tú ayuda Señor.
Es tu palabra la que me alimenta
y no quien la predica
Es la promesa de tu luz apenas intuida la que me sotiene
Son tus profetas, hombres y mujeres que caminan silenciosos y ocultos los que mantienen vivo tu mensaje
Son aquellos que habiéndolo perdido todo siempre tienen algo, los de corazón limpio, los sencillos, los invisibles cotidianos
Eres tú respirando el universo
para mí
para todos
para siempre
Señor….
Que sepamos ayudar al Lazaro que tenemos a nuestro lado… con una sonrisa, una palabra, compañia, con presencia activa.
Dame fuerza para seguir siendo el Lazaro que quieres que sea con los demas.