17 de noviembre
Miércoles XXXIII
Ap 4, 1-11 El que estaba sentado en el trono brillaba como jaspe y granate
Visión de tu gloria. En la eternidad te contemplaré y quedaré radiante. Ya ahora busco tu rostro, Señor, no me escondas tu rostro. Tu hermosura, tu belleza, tu gloria, tu majestad. Visión que no alcanzo a vislumbrar, de la que hoy el Apocalipsis trae un eco lejano. Y tu palabra pone palabra en mi boca “Eres digno, Señor, Dios nuestro, de recibir la gloria y el honor”
¡¡Cuantas veces Señor , he pensado en el día del encuentro!! Estoy segura que será lo más sublime de mi vida, no se puede medir con nada de lo vivido en la tierra, aunque sí, ya sé que te tenemos presente en la Eucaristía,pero al no tener la perfección , me pierdo muchas veces ese gozo anticipado. ¡Ayúdame Señor a estar atenta, alabarte y bendecirte en todo momento de mi vida!