Pascua III

27 de abril
Miércoles octava de Pascua

Lc 24, 15-35 ¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino?

Arde mi corazón con tu palabra, Señor, aún cuando no se que es tu palabra; arde mi corazón con tu presencia a mi lado, aún cuando no soy capaz de comprender que caminas conmigo. Arde mi corazón, Señor, porque entra en el lenguaje del anhelo, que intuye que estás, aunque no lo comprenda. Invisible a los ojos, lo esencial se manifiesta cuando partes el pan, y se me abren los ojos del corazón, en el amor.