20 de septiembre
Domingo XXV
Mc 9, 30-37 Jesús y sus discípulos se marcharon a la montaña
Ir a la montaña contigo. Subir a la cumbre. Por el camino que tu vayas, aunque no haya camino. Subir, subir, ascender. Y para ello bajar. En silencio y soledad. Despojado. Vertido en el prójimo. Sin pretender ser el primero de nadie. Acogiendo al niño que viene en tu nombre en la carne del refugiado, del inmigrante, del que sufre mi indiferencia, la injusticia de nuestra sociedad. Subir a la montaña contigo, para fundirme en ti, en tu amor lleno de gloria, dador de vida. Desparecer enviado.
«Jesús y sus discípulos se marcharon a la montaña.»
Quiero seguir tus pasos Señor, sabiendo que me mueves Tú, nunca los puestos.
Ayudar al más necesitado de tus hijo, con el mismo amor que me enseñas Tú.
Ir contigo. Subir a la montaña cuesta trabajo, cansa, te deja sin fuerzas, sin respiración…. Pero tú me invitas a subir porque después del trabajo y del cansancio estás esperándome. Y desde allí arriba y a tu lado se puede ver al prójimo, al que sufre, al que llora, al que muere en el camino. Y luego me dejas bajar de la montaña con la fuerza de tu amor y de tu palabra, con el ánimo de tu presencia, lleno de ti para regalar tiempo, sonrisas, amor, ese amor que de ti recibo subiendo contigo a la montaña