3 de diciembre
Miércoles I adviento
Is 25, 6-10 Aniquilará la muerte para siempre
Es el fruto de tu promesa, Señor, darnos la vida sin fin, ofrecernos la salvación, la dicha y el gozo de contemplar tu rostro, sin reservas. Devolvernos a nuestro ser original. Regalarnos un puesto en el banquete de tu Reino. Enjugar las lágrimas de nuestros ojos, que no aciertan a ver, y abrirnos a la luz de tu verdad. Sin muerte, sin llanto, sin dolor. Haciéndonos instrumentos y don tuyo en este mundo que sufre. Anunciando la plenitud que nos ofreces, ya sí pero todavía no.