20 de mayo
Lunes VII
Ecl 1, 1-10 Toda sabiduría viene del Señor
Así comienza el libro del eclesiástico, así tomamos de nuevo, después de varios meses, el tiempo ordinario: reconociendo que toda sabiduría procede de ti, que no es nuestra, sino puro don. Pidiéndote la sabiduría asistente a tu trono para saber que en la arena de las playas, en las gotas de la lluvia, incontables, en la altura del cielo, en la anchura de la tierra, en la hondura del abismo, de tu abismo, irrastreables, ya estabas tú presente antes de los siglos. Déjamos ver tu presencia entre nosotros haznos sabios, derrámate generosamente sobre nosotros, que te suplicamos sabiduría.
En tu cuerpo recibo tu don
en tu sangre la sangre que soy
aire aliento brisa nada
palabra vacía .
Sabiduría que te ruego Señor; para callar a tiempo, saber reconocerte en todos mis hermanos,
para entender tu Palabra y vivirla, y reconocerte en todo lo bello que has creado para deleite nuestro.
¡¡Te lo suplico Señor!!
Señor no deseo pedirte sabiduría;
solo debo agradecerte por la que me has dado.
He aceptado el don de la fe y te he amado.
¿Quiero más?