31 de diciembre
Octava de Navidad
I Jn 2,18-21 Nos damos cuenta que es el momento final.
Todo el tiempo está en ti, como en una gavilla. Mil años en tu presencia es un ayer que pasó, una vela nocturna, Señor Jesucristo, ayer, hoy y siempre. En el principio ya existía la Palabra. En el final de este año, por el que te doy gracias por tanto don, y te pido perdón por tanta infidelidad, sigue tu Palabra caldeando mi ser. Mi tiempo, y mi ser, en tus manos. Cada día. Cada año. Por toda la eternidad.
Te agradezco la lucha y la paz
el llanto y la risa
Los momentos de soledad y compañía
de dolor y consuelo
Te agradezco los momentos de furia
que me muestran el camino correcto
y los momentos de angustia
que me obligan a confiar con más fuerza
Te agradezco la paz y la alegría
tan inesperadas como deseadas
y me recuerdan la misericordia de tu mirada
Te agradezco que cuando yo te olvido
tú no me olvides borrando mi nombre de tu memoria
que me sostengas en tus manos
y me enciendas el mundo cada día
Te agradezco poder agradecerte
el conocimiento de tu presencia