22 de diciembre
III sábado de adviento
Lc 1, 46-56 Proclama mi alma la grandeza del Señor
Rezar el magníficat contigo, María, virgen llena de luz, virgen que sueñas caminos, virgen que estás a la espera, virgen que sabes que el niño, que derribará a los poderosos de su trono, está muy cerca. Unido a María proclamar tu grandeza, escuchar en su seno los latidos de su corazón, y abrirme a tu carne estremecida.
Abreme, que mi carne estremecida,
hecha fuego en tu luz,
guste la pulpa fresca de tu amor
Rezando el magnífica, me uno a María, y agradezco a Dios sus regalos, la vida, le fe, su amor ,su misericordia. Puedo decir que él siempre mira mi bajeza, para ser mi luz. ¡¡Gracias Madre!!
Rezar el magnificat contigo, contigo María mientras esperas el nacimiento del Salvador, es alabar a Dios por las gracias recibidas, adorar su nombre, amar su palabra, aceptar su voluntad divina, hacerse pequeña ante su grandeza, proclamar su nombre, sentir su llamada y contemplar su presencia.
Hoy para mí el magnificat será mi oración.