5 de septiembre
Miércoles XXII
Lc 4, 38-44 Al hacerse de día, salió a un lugar solitario
Parece una contradicción, pero es así lo que nos narra tu Evangelio: curas a los enfermos que te llevan al anochecer, pasas sanando y haciendo el bien…y al hacerse de día, en las horas que se suponen de mayor actividad, te retiras a un lugar solitario, para orar, para gustar de la intimidad con El que te ha enviado a sanar los corazones afligidos, a anunciar el reino de Dios. Hazme gustar de esta intimidad, Señor, en soledad silenciosa, llena de amor, contigo.
¡¡Jesús, va siempre por delante en nuestras vida!!
Lo digo con plena convicción, con la certeza de vivirlo.
Sé que siempre está atento a los que lo necesitamos y depositamos nuestra confianza en él, pero también a los que no lo conocen, Él hace siempre el bien a todos.
Señor, ayúdame. A encontrar un lugar solitario en el bus de transporte inundado de ruido, en la oficina saturada de actividad, en el hogar lleno diálogo y TV, en la calle aplastada por peligros y tránsito. Regálame Señor un poco de tu desierto. Amén