20 de noviembre
Jueves XXXIII
Lc 19, 41-44 Si al menos comprendieras lo que conduce a la paz
Está claro tu reproche, Señor. No lo comprendemos, está escondido a nuestros ojos el camino que conduce a la paz. La Iglesia, el primer día de cada año, nos lo recuerda: la paz de pende de ti; la reconciliación, camino hacia la paz; si quieres paz defiende la vida; no a la violencia, sí a la paz; para lograr la paz, educa en la paz; la verdad fuerza de la paz; si quieres la paz, respeta la libertad; la paz nace de un corazón nuevo; no hay paz sin justicia; desarrollo y solidaridad, caminos para la paz; si quieres la paz sal al encuentro del pobre.
¿Cuál de estos lemas eliges tú?
Lemas para la paz. Elijo todos, quiero practicar todos. Dentro de mis limitaciones, de mi mundo tan reducido, de lo poco que yo puedo trabajar por la paz, elijo todos.
Y sobre todo sonreir, con la sonrisa se recibe mucha paz del que tienes enfrente. Y eso es lo que quiero infundir en los que me rodean: Paz.
Espero conseguirlo, pero para ello, hoy le pido al Señor que me ayude a vivirla dentro de mí.
¿Cuál es el camino que conduce a la paz?
Señor, Tú eres el camino, Tú nos conduces a la paz. Te haces pobre y sales a nuestro encuentro y nos das tu paz.
Que sepamos transmitirla a los demás de mil formas, con toda nuestra vida, con todo nuestro corazón.
Me detengo en el último lema, quizá por ser el último, y te pido que sepamos salir al encuentro del pobre para dar y sobre todo encontrar la paz.