21 de octubre
Lunes XXIX
Lc 12, 13-21 Hombre, tienes acumulado para muchos años; túmbate, come, bebe, date la buena vida
¡Qué necio soy! Te miro crucificado y trato de comprender, sin palabras, lo que significa la vida y la muerte en ti, la vida y la muerte tal y cómo nos la brinda la cultura y la sociedad actual, la vida y la vida y la muerte sin ti, si he centrado la vida en su fugacidad y en sus placeres. Tú eres la clave, Señor, de todo lo que soy: ayúdame a vivir consecuente con el don que tú me das.
Tú me llamas
más allá de la muerte.
Abro la muerte a ti,
y en el vacío
veo y no veo
tu nada y tu todo.
Ábreme en canal,
Señor de mi muerte
y de mi vida.
Mi vida no tiene sentido sin Cristo. Pienso que lo que debo acumular es amor.
En la vida terrenal nada perdura, lo grande, es esa mirada a Cristo derramando Amor y desear llegar a ese encuentro. Para ello me tengo que asemejar a él.
¡Cuánta codicia que mata!
¡Cuánta vanidad encubierta!
¡Cuánto ruido!