8 de febrero
Domingo V
I Cor 9, 16-19 ¡Ay de mí si no anuncio el evangelio!
¡Ay de mi, Señor, cuando no anuncio tu evangelio, porque es señal que no ha entrado en mi corazón, que no llena mis entrañas! Porque de lo que rebosa el corazón habla la boca. ¡Ay de mí si no anuncio tu buena noticia, si no me hago yo mismo buena noticia, si no paso haciendo el bien como tú, si no pongo en la realidad la alegría de tu evangelio! Ay de mí, Señor, si no me dejo evangelizar para ser evangelizador.
¡Ay de mí si no anuncio el Evangelio!. ¿Cómo no podría yo anunciar tu Palabra?, anunciar el Amor que de ti he recibido, anunciar lo que me dices cada día en el silencio de mi oración… ¡Ay de mí si no anuncio la buena noticia!. ¿Cómo podría guardarme para mí esa inmensa alegría?. Ser evangelizador es precisamente lo que llena mi corazón. Dar a conocer tu evangelio a los demás es precisamente la paga.
Hazme evangelizadora con mi palabra y con mi ejemplo para todos los que me rodean. Esa será mi paga.
Cada hija tuya es un trozo del universo ¡¿cómo no contárselo?!