30 de abril
Jueves III pascua
Hech 8, 26-40 Había ido en peregrinación a Jerusalem
Y volvía cantando, deseoso de conocerte de manera verdadera como único Señor, pues te quería amar con todo su corazón, con toda su mente, con todas sus fuerzas. No sabía como hacerlo y se puso a leer tu Palabra… intuía que en ella estaba la fuente de la vida. El eunuco se encontró al apóstol, que le explicó la escritura, y le anunció el evangelio de Jesús. Se conmovió, se convirtió y siguió su viaje, lleno de alegría. Si me olvido de ti, Jerusalem, que se me pegue la lengua al paladar.
Tu Palabra… cuantas veces busco mis respuestas en Ella, y cuantas necesito a alguien que me ayude a comprenderla y a desgranarla. Gracias Padre por enviarnos Tu Palabra, y por hacernos sensibles a ella, es el mayor don que podemos recibir.