20 de septiembre
Viernes XXIV
Tim 6, 2-12 Sin nada venimos a este mundo, sin nada nos iremos de él
Y sin embargo, Señor, cuánto afán de ser más, de tener más de poder más, de abarcar más. Cuánta envidia, difamación, corrupción, polémica, controversia inútil, mezquindad de tentación. Cuánta codicia inútil. Cuánto espejismo en la riqueza, cuánta trampa, cuanta perdición y ruina. Recuérdame que soy nada, solo en ti. Pon en mi corazón la bienaventuranza de la pobreza, y dame la gracia de buscar esta felicidad, el tesoro que guardas tú.
Desnúdame
pierde mi ser
en la inmensidad
de tu cielo vacío
de tu campo oscuro
del momento en que te escribo
¡¡Los vienes materiales no nos harán felices nunca!! Pero si nos dará la felicidad, la entrega, la solidaridad, el reconocer nuestra desnudez sin Dios, Él nos llena de lo necesario para ser felices en el mundo sin acumular nada.
En varias ocasiones he perdido todo lo material, quítame ahora aquello que entorpece nuestro encuentro: la soberbia, la ira, el orgullo, la vanidad y la pasión desmedida.