16 de octubre
Martes XXVIII
Ga 5, 1-6 Para vivir en libertad, Cristo nos ha liberado
La verdadera libertad, la libertad de ser tu hijo, la libertad que me hace menos mío y más ser en ti, la libertad del que nada teme, del que todo lo espera, del que confía plenamente, del que desea no desear sabiendo que tú sacias todo deseo inconmensurablemente, la libertad que nunca puede ser presa aunque esté aprisionada, la libertad tan desconocida, tan vilipendiada, tan al alcance de la mano en Ti.
El mar bate con estruendo las orillas del acantilado y el viento esparce al aire multitud de gotas de agua. Sobrevolando las olas una gaviota dibuja continuos círculos, siguiendo el ir y venir del oleaje. Pero de pronto remonta el vuelo y desaparece en el horizonte. Sin dejar rastro. Y quizá no vuelva nunca.
Porque es libre y la libertad es escoger y a veces equivocarse. Y para los hijos de Dios esperar en Ti. Siempre. Confiando en que tu misericordia nos acoja y permita llegar a tu presencia, sin equipaje, vacíos y tal vez vencidos.
La pleamar continúa batiendo peñas y arenas.
Gracias, Lucía.
hermoso comentario.
Gracias Señor por la libertad concedida, donde soy responsable de mis actos.
Por tanto, tengo que saber que en mi vida debe vivir de forma responsable, coherente, ilusionada.
Sabiendo que con esta libertad bien entendida doy a conocer tu Amor a mis hermanos.
Ya que, ¡Para vivir en libertad, Cristo nos ha liberado!
Me siento libre cuando caigo presa de tu amor
La libertad que me da el ser mirada por ti, el ser amada, el ser llevada al vuelo de tus alas y en el aire alcanzada