17 de febrero
Sábado después de ceniza
Is 58, 9b-14 Cuando ofrezcas al hambriento de lo tuyo y sacies el alma afligida
La fuerza de tu Palabra, Señor, entra en mi vida y la arrasa. Quémame en el ardor de encarnar tu Palabra:
“Cuando alejes de ti la opresión, el dedo acusador y la calumnia cuando ofrezcas al hambriento de lo tuyo y sacies al alma afligida, brillará tu luz en las tinieblas, tu oscuridad como el mediodía. El Señor te guiará siempre, hartará tu alma en tierra abrasada, dará vigor a tus huesos. Serás un huerto bien regado, un manantial de aguas que no engañan. Tu gente reconstruirá las ruinas antiguas, volverás a levantar los cimientos de otros tiempos; te llamarán “reparador de brechas”, “restaurador de senderos”, para hacer habitable el país.”
No te pido que acabes con la injusticia
ni que dejes libres a los prisioneros
No te pido que compartas tu pan con el hambriento
ni que acojas al forastero
ni que lo vistas
o lo mires
o lo sientas
Tan solo te pido que no me saques de tu corazón
te pido que en lo más profundo de tu ser me alabes y me reconozcas en medio del horror que has creado
Is 58, 9-14 ; Lc 5, 27-32
Exposición «Auschwith: No hace mucho. No muy lejos»