Fe vana

20 de septiembre
Viernes XXIV

I Cor 15, 12-20 Si Cristo no ha resucitado vana es vuestra fe

Creo en tu resurrección de los muertos, creo en la vida eterna en ti. Creo, Señor, con un acto de fe libre y sincera, creo en algo que supera mi capacidad de comprensión, creo desde una fe que es puro amor por ti.

besos y perfume

19 de septiembre
Jueves XXIV

Lc 7, 36-50 Los cubría de besos y se los ungía con perfume

La mujer a tus pies. La pecadora. En este gesto de amor, de arrepentimiento, de búsqueda de perdón. En ese gesto que brota de un corazón bello. El frasco de alabastro, el perfume, las lágrimas…todo lo que conduce a tu misericordia, tu paz y tu perdón. Dame, Señor, la capacidad de ser sincero en tu presencia, y de actuar en consecuencia.

El amor

18 de septiembre
Miércoles XXIV

I Cor 12, 31-13,13 La más grande es el amor

Esta lectura, Señor, que se lee en tantas bodas, me imagino como aspiración poética, me sitúa, una vez más, ante la realidad del amor en mi vida. Me pregunto si mi amor es paciente, benigno, sin envidia, sin egoísmo, si es un amor que goza con la verdad, que todo lo excusa, que todo lo cree, que todo lo espera, que todo lo soporta. Me pregunto, Señor, si mi amor tiene sus raíces en tu amor, en ti.

Cuerpo de Cristo

17 de septiembre
Martes XXIV

I Cor 12, 12-14.27-31 Vosotros sois el cuerpo de Cristo, y cada uno es un miembro

Cuerpo tuyo, Señor, en una comunidad de creyentes, en tu Iglesia. Cuerpo diverso, y en la diversidad enriquecido. Cuerpo en ti, Señor, pues en ti somos, nos movemos y existimos. Cuerpo llamado a ser luz del mundo y sal de la tierra, cuerpo testigo, cuerpo vivo, cuerpo que respira la caridad, que se acerca especialmente a los descartados de nuestro mundo. Nosotros somos tu cuerpo tu cuerpo, Señor, y te hacemos presentes en medio de nuestro mundo.

Fe grande

16 de septiembre
Lunes XXIV

Lc 7, 1-10 Os digo que ni en Israel he encontrado tanta fe

Esta es la fe del corazón, la fe auténtica, la fe movida por la caridad, por la atención, por el cuidado del prójimo, por el amor. La fe que moviliza y actúa. La fe que tú admiras en el centurión. La fe a la que aspiro. La fe que es don tuyo y responsabilidad mía mantenerla, reavivando tu don cada día, uniéndome más a ti.

Obras y fe

15 de septiembre
Domingo XXIV

Santiago 2, 14-18 ¿de qué le sirve a uno decir que tiene fe sino tiene obras?

Hace muchos años, en mi noviciado, en una biografía de san francisco de Asís leí que decía, ay, ay, ay, hablo mucho y hago poco. Con esta oración me estuve dirigiendo a ti toda una cuaresma. Ayúdame, Señor, a tener palabas vivas, palabras verdaderas, palabras como las tuyas, palabras que salgan de lo más profundo de mi corazón, palabras que se correspondan con lo que hago por vivir y y ser fiel a tu evangelio.

Santa Cruz

14 de septiembre
Exaltación de la Santa Cruz

Fil 2, 6-11 Y una muerte en cruz

Tu cruz adoramos, Señor, y tu santa resurrección alabamos y glorificamos, en el madero has traído la alegría al mundo entero.

Este canto, del viernes santo, me acompaña hoy, en el día de tu cruz. Úneme, Señor, al don de tu cruz, al despojarme de todo para unirme a ti en la salvación del mundo.

testigo del evangelio

13 de septiembre
Viernes XXIII

I Cor 9, 16-19.22-27 ¡Ay de mi si no anuncio el evangelio!

El evangelio de la alegría, la buena noticia de la que nuestro mundo está tan necesitado. Hazme Señor, testigo de tu evangelio, a tiempo a destiempo, con mi palabra, o mis hechos, con el testimonio de la propia vida. Es la vocación a la que me has llamado, convirtiéndome en misionero de tu misericordia.

Dulce nombre

12 de septiembre
Dulce nombre de María

Lc 1, 27 y el nombre de la virgen era María

Has creado a María llena de gracia. Desde su seno hemos recibido tu salvación. Ella se ha alegrado en ti, y proclama tu grandeza. Con ella hemos hecho alianza, para tu gloria y tu alabanza. Haz, Señor, que los religiosos marianistas, que celebramos hoy nuestra fiesta patronal, vivamos cada día más el espíritu de María, que es tu don.

Votos

11 de septiembre
Miércoles XXIII

Lc 6, 20-26 Bienaventurados

Padre, me pongo en tus manos, haz de mi lo que quieras, sea lo que sea, te doy las gracias.
Gracias por la vocación marianista a la que me llamaste, y en la que me has mantenido, con tu fidelidad. Hoy hace cuarenta y un años que hice la profesión religiosa, con los votos de castidad, pobreza y obediencia. Estás conmigo. Gracias