17 de febrero
Viernes VI
Mc 8, 34-9, 1 El que quiera venirse conmigo, que se niegue a si mismo, que cargue con su cruz y me siga. Mirad, el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi y por el Evangelio la salvará. Pues ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida?
Responder en silencio, ante la Luz de Tu mirada.

Me pongo delante de ti y te escucho, y noto tu mirada, tu ceracanía, y entonces es imposible no seguirte, es imposible negarte.
No puedo más que cargar con mi cruz y caminar contigo y perder la vida por el Evangelio.
Luego, por el camino, comprobar que la cruz ya no pesa tanto, que el Evangelio es vida, que la vida se gana a tu lado, que no me importa ganar el mundo. Hoy, como Santa Teresa te digo: «…solo Dios basta».
Gracias
¿Qué más te puedo dar? me quitas la memoria remitiéndome al presente, me pones frente a los ojos la desesperación por tu ausencia, te adueñas de mi vida diluyéndola en un mar de incomprensión. Y yo aquí, feliz en medio del desastre.
Sé Señor, que mi cruz la debo llevar yo, no quiero aligerar su peso,porque en ella estuviste antes Tú, por salvarme.
Nunca es fácil, pero no me escabullo, al contrario te pido valor y fuerzas para llevarla.
Meditar con calma en el valor redentor de la Cruz, me hace mucho bien.