25 de enero
Conversión del apóstol San Pablo
Hech 22, 3-16 ¿Quién eres, Señor? ¿Qué debo hacer, Señor?
Son las dos preguntas que Pablo te hace, Señor, nada más recibir tu luz y tu verdad. Una gran luz del cielo le envuelve con su resplandor y le hace ver. “Soy Jesús de Nazareno, a quien tú persigues”. Eso le dices a Pablo. ¿Qué me dices a mí? ¿Qué mandáis hacer de mi? El Dios de nuestros padres te ha elegido para que conozcas su voluntad, para que vieras al Justo y oyeras su voz, porque vas a ser su testigo ante todos de lo que ves y oyes. Amén.
Pablo cae ciego deslumbrado por la claridad de aquella luz de Dios. Oyó a Dios que le hablaba, los que estaban con él, vieron la luz pero no oyeron nada. Pablo oyó y respondió a la llamada, cayó y al ver la luz se levantó.
Hoy quiero escuchar, cerrar los ojos para abrir el corazón y dejar entrar en él la luz de la palabra.
Que no sea solo ver la luz como los que acompañaban a Pablo, sino poder escuchar la voz del que me habla, del que me llama, la voz del Señor que me quiere. Yo también quiero ser testigo ante todos, de lo que vivo, de lo que siento, de lo que oigo.