30 de noviembre
San Andrés
Rm 10, 9-18 Por la fe del corazón llegamos a la salvación
En el corazón, la fe; la fe entrañada, anidada en el corazón, bombeando confianza a todos los rincones de mi ser. La fe en Ti, Señor; la confianza en ti; la seguridad de tu amor recorriendo cada rincón de mi cuerpo, cada instante de mi tiempo, cada destello de mi pensamiento. La fe de saberte vivo y vivificándome, aunque no sepa cómo. La fe que me mueve hacia ti, Señor. La fe que no es en primer lugar creencia de una doctrina sino experiencia de mi ser en tu ser. La fe del corazón, en tu corazón herido.
En mi mente, y en mi corazón, la Cruz, fuente de vida y abundancia.
¿Quién me escucha cuando hablo de mi amado?
¿Quién ha visto por dónde corre?
¿Quién su mirada?
Atravesaría océanos para hablar de Él
La fe, la confianza, la seguridad de tenerte, saberte, conocerte, gustarte. La fe que inunda el corazón y bombea cada parte de mi cuerpo y de mi vida. La fe que me lleva a reconocerte resucitado y llena mi boca de ti para acercarte a los demás y dejar que ellos tambien te reconozcan como yo y puedan disfrutar de tu amor, de tu cercanía, de tu protección y de tu apoyo. La fe que quita el miedo, que da seguridad y te empuja a caminar con la esperanza de alcanzar la vida.
Y termino con la frase tuya, Nano, «la fe en tu corazón herido», porque de ese corazón herido brota cada día AMOR igual que brotó sangre y agua en la cruz.