7 de marzo
Viernes después de ceniza
Is 58, 1-9 Y no cerrarte a tu propia carne
Ese es el ayuno que tú quieres, y que lleca con toda la fuerza de tu Palabra, con todo tu caudal: quieres que abra las prisiones injustas, que haga saltar los cerrojos de los cepos, dejar libres a los oprimidos; quieres que parta mi pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al desnudo y no cerrarme a mi propia carne, en la carne sagrada de la humanidad, que es tu amor encarnado.
Me invitas a la conversión, a la entrega del hermano, a quitar lo superfluo de mi corazón.
¡¡Hazme Señor, ser muy sensible con las necesidades ajenas, donde siempre vives Tú!!
Ayuna de ti: no te mires, no te pienses, no te sueñes