adviento

3 de diciembre
I domingo de adviento

Is 63, 16-17.19; 64, 2-7 Ojalá rasgases el cielo y bajases


Es la petición que te hacemos al inicio de este tiempo de adviento. Sabemos que rasgaste el cielo, y bajaste, y pusiste tu morada entre nosotros, e hiciste presente el reino. Sabemos que estás con nosotros. Sabemos que derretiste los montes con tu sola presencia. Se que sigues derritiendo mi corazón con la certeza de tu amor. Oh Dios, tú eres mi Dios, mi alma está sedienta de ti, como tierra reseca, agostada, sin agua.

Mente embotada

2 de diciembre
Sábado XXXIV

Lc 21, 34-36 Tened cuidado: no se os embote la mente

No se me embote la mente, no me turbe por las visiones de mis propias fantasías. Aunque ya es navidad en los comercios, y las luces están encendidas desde hace una semana, para ocultar la mayor oscuridad, y las tinieblas tan aterradoras de nuestra propia cultura, de nuestra vida, hoy, todavía, no hemos comenzado ni tan siquiera el adviento. Que no se ofusque nuestro corazón, alejados de ti.

Río de fuego

1 de diciembre
Viernes XXXIV

Dn 7, 2-14 Un río impetuoso de fuego brotaba delante de él

La llama de amor vivo de tu palabra. El fuego que consume y no da pena. Tu incandescencia en nuestra vida. La realidad palpable de tu fuego que enardece, en lo cotidiano y sencillo, en lo desapercibido, en lo que no cuenta. El misterio insondable de tu presencia oculta. Que me envuelve en tu fuego abrasador. Y me hace perecer.